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sábado, 31 de mayo de 2014

Tutankamón bendice a una joven egiptóloga española

En la historia de María Rodríguez Rubín confluyen dos maldiciones, una falsa y otra verdadera. Todo el mundo conoce la ficticia, la de la tumba de Tutankamón, cuyo descubridor, Howard Carter, trabajó antes de ese hallazgo para la Egypt Exploration Society (EES), prestigiosa sociedad egiptológica británica a cuyo archivo tiene que poner orden María. La segunda es la maldición de la falta de oportunidades que padecen los jóvenes cualificados españoles, que se llevan su formación y talento dentro de la maleta que facturan en un vuelo internacional. En el caso de María, a Londres. Con 26 años deja atrás Riclones, el pequeño pueblo del valle del Nansa (Cantabria) donde se quedan esperando su regreso las botas de goma que su madre le tiene preparadas para que la ayude en la huerta según entre por la puerta de casa. Ese ha sido el recibimiento que siempre ha tenido, desde que con 13 años empezó a estudiar fuera: la segunda mitad de Secundaria, en un internado, y la universidad, ya en Santander. Con el título de Historia y un máster en Patrimonio Histórico y Territorial, el viaje es ahora un poco más lejos, pero el camino ya lo conoce. Esta es su segunda vez en la capital británica: la primera fue 15 días después de exponer su trabajo de fin de máster sobre el templo de Edfú. En aquella ocasión trabajó de nanny, mejoró su inglés y tocó todas las puertas que pudieran esconder vestigios faraónicos. Tuvo una entrevista en el British Museum para hacer tours, aunque aquello no salió. En el Petrie Museum estuvo de voluntaria, pero le dijeron que era imposible alcanzar nada más allí. "Y me quedó claro, pero como si tengo una meta no paro hasta que lo consigo, eso me ha servido para seguir intentándolo". En la conversación, María repite varias veces lo de su "cabezonería", aunque en realidad se trate de tesón. La siguiente puerta, estrecha, acristalada y pintada de azul, fue la de una de las sedes de la EES.María Rodríguez Rubín
 María acudió a una charla, tocó el timbre y le abrió el director de la oficina londinense, Chris Naunton. Le enseñaron la sede, una pequeña casa con oficinas y salas para actos en la planta inferior y la biblioteca en la planta superior. Aquella vez tampoco surgió nada, pero algo más de un año después de aquella visita María trabaja catalogando los materiales de los pioneros que, a finales del siglo xix y principios del xx, sentaron las bases de la egiptología: el Carter de Tutankamón, el Petrie que sistematizó la arqueología, Édouard Naville y, por supuesto, la fundadora del EES y madrina de todos ellos, Amelia Edwards. "Para un egiptólogo, este es el sitio de referencia mundial. Para mí es como si hubiera cumplido un sueño. Aún no puedo creérmelo del todo", confiesa. Entre su primera visita a aquella charla y su actual estancia entre legajos, dibujos y cartas, adoptó el papel de hormiga: acabó su estancia como nanny en Londres y regresó a Cantabria, donde compatibilizó los trabajos de teleoperadora y dependienta. Con eso pudo ahorrar lo suficiente mientras se lanzaba al envío masivo de currículos a entidades europeas de distinto tipo que le pudieran dar acogida con la beca Leonardo da Vinci. A punto estuvo de perder los 4.500 euros de la beca, porque el plazo acababa y los correos electrónicos atravesaban los mares cantábrico y céltico en ambos sentidos sin que la EES terminara de dar su aprobación. El problema es sencillo: "En más de 130 años de historia de la institución, nunca se habían planteado contratar a nadie para catalogar toda su colección hasta que recibieron mi correo". Ahora su trabajo comienza a dar frutos y la sociedad ya ha publicado cuál va a ser el método que se utilizará en la nueva catalogación de los materiales; incluso ha recibido una donación de un miembro agradecido por el hallazgo de ciertos documentos. María, que atribuye su curiosidad cultural a las lecturas junto a su tío, está disfrutando: "No lo veo como un trabajo, sino como una manera de satisfacer mis deseos de adentrarme más en el mundo de la egiptología". Su trabajo ahora es completamente distinto a la beca anterior: mientras estudiaba el máster, pasaba cinco horas quitando grapas y escaneando documentos en un archivo en Santander: "No me dejaron ni tocar con los dedos su documentación". La historiadora –aunque no le guste considerarse como tal: «Soy una pipiola que ha hecho la carrera y una tesina. Ni siquiera tengo nada publicado"– no solo se queja de la falta de oportunidades en general, sino también del desprecio a la Historia y las Humanidades. Recuerda que, durante sus años de instituto, sacaba muy buenas notas en todas las asignaturas, pero también una cierta presión social: si se es bueno en matemáticas, ¿por qué conformarse con una carrera de letras? Su padre, obrero ahora jubilado por enfermedad tras varios años en el paro, no entendía que su hija pequeña no siguiera los pasos de la mayor, que estudió Administración y Dirección de Empresas. En realidad, nadie lo hacía. Pero la respuesta no podía ser más sencilla. "Decidí estudiar la carrera de Historia porque no me veía en ningún otro lugar", asegura convencida. Lo cierto es que su buen expediente continuó en la Universidad de Cantabria y, gracias a eso, obtuvo las becas con las que pagarse la carrera. Y ahí podría haber terminado su camino, porque sus deseos de doctorarse chocaron, pese al apoyo de sus profesores, con la ausencia de beca para sus propósitos. Londres le ofrece ahora la mejor salida que podía encontrar, la de poner en práctica su formación y su vocación: "Me gusta, me atrae, me fascina". Trabajar con los papeles de Howard Carter es, en el caso de María Rodríguez, la bendición de Tutankamón. La egiptología del siglo XIX se encamina al XXI El trabajo de catalogación del archivo y de creación de la base de datos que está desarrollando María Rodríguez Rubín, para hacerla accesible online, se enmarca en un proceso más amplio por parte de la Egypt Exploration Society. También realizarán reformas en su sede y darán una nueva localización a la documentación. La sociedad se muestra ilusionada con estos planes y así lo expresa: "Si alguna vez te has preguntado qué material tenemos de nuestras excavaciones en Egipto o qué decían Petrie y Naville del otro, a sus espaldas, estas actuaciones responderán a esas preguntas y muchas otras. Durante los próximos seis meses trabajaremos en crear una plataforma sólida desde la que se puedan lanzar futuros proyectos archivísticos. Quién sabe dónde nos llevará. Seguro que a algún lugar excitante, atractivo e interesante".

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